Todo lo que habían planificado durante un año y medio se derrumbó en cuestión de minutos. Debieron abandonar la “base de operaciones” muy rápido, antes de que llegara la policía. La audacia, el ingenio y el profesionalismo que desplegaron para hacer el túnel de 155 metros de largo y 4,35 de profundidad en pleno casco histórico de San Isidro para entrar en la bóveda de un banco y apoderarse de un botín millonario quedaron expuestos a través de los rastros que dejaron en el depósito que habían alquilado como punto de partida de su misión criminal.